Acepto la bendición de existir..., sin prisa, ni ansiedad; vivo el presente con la emoción de la lucha y la admiración por lo que suele parecer desconocido, mas no es otra cosa que un continuo retorno. Me vuelvo excéntrico y me estimulo con esa otra maravillosa realidad, y se, que si quiero, es mía. Siento la inocencia de la niñez que aporta siempre la esperanza, olvidando la conciencia de culpa, que lo único que hace es ver el mundo aún más incomprensible. Me comporto como un anciano que se sabe acostumbrar a la vida, así olvido la tristeza que quiere hipotecar al corazón del hombre, haciendo de sus fuertes latidos algo difuso y discordante, por no sentir que la razón y el mismo, son fuertes cuando se mezclan, y así unidos, imposible el ser abatidos...
Acabemos con la sensación de haber sido robados,
despegar la maldición de los vanos rumores,
de los propios insultos,
de los inútiles ajenos.
Dejar que los demás disfruten con lo suyo,
y tu, por todos, de lo tuyo.
Mas regalar y regalarnos el regalo más grande
que podamos hacernos...
Sentirnos de una vez libres del sufrimiento,
y sin necesidad de tanto pedirlo...,
brille siempre en cualquier cielo,
el rayo de la esperanza.
despegar la maldición de los vanos rumores,
de los propios insultos,
de los inútiles ajenos.
Dejar que los demás disfruten con lo suyo,
y tu, por todos, de lo tuyo.
Mas regalar y regalarnos el regalo más grande
que podamos hacernos...
Sentirnos de una vez libres del sufrimiento,
y sin necesidad de tanto pedirlo...,
brille siempre en cualquier cielo,
el rayo de la esperanza.